Dra. Esther Sitges Maciá. Universidad Miguel Hernández de Elche. Departamento de Psicología de la Salud
Dra. Beatriz Bonete López. Universidad Miguel Hernández de Elche. Departamento de Psicología de la Salud
Los progresos sanitarios, educativos y sociales han provocado un cambio poblacional de tal envergadura que es considerado, tal y como afirma la profesora Fernández-Ballesteros (2009), como una de las revoluciones silenciosas más importantes de la historia. Las Naciones Unidas (2017), en la revisión del informe Perspectivas de la Población Mundial, pusieron de manifiesto que el envejecimiento poblacional será una de las transformaciones sociales más significativas del S. XXI y este fenómeno tendrá consecuencias en todos los sectores de la sociedad, como, por ejemplo, en los servicios, la sanidad, la educación, la estructura familiar, las formas de convivencia y los lazos intergeneracionales, entre otros. En nuestro país, más del 19% de la población tiene 65 o más años y las proyecciones indican que esta proporción de personas llegará hasta el 29% dentro de 50 años (Abellán et al., 2019). Ante esta realidad, la Organización Mundial de la Salud (2015) ha subrayado la necesidad de promover un envejecimiento saludable instando a los diferentes países a que planifiquen acciones específicas, tales como la creación de ambientes adaptados, la adecuación del sistema sanitario a la población mayor o la mejora de la comprensión y medición del envejecimiento, entre otras. En España, a partir de la Estrategia Nacional para el Envejecimiento Activo y el Buen Trato (2017) desarrollada por el Consejo Estatal de Personas Mayores, se pretende impulsar el desarrollo y ejecución de las políticas destinadas a conseguir una mayor calidad de vida de las personas mayores y, en concreto, facilitar una vida saludable e independiente en entornos adecuados y seguros. Pensamos, al igual que indican Cardona-Arango y Peláez (2015) que las respuestas no sólo deben darse desde las instituciones, sino también desde la propia sociedad por lo que cada individuo ha de responsabilizarse de su salud a medida que envejece siguiendo el paradigma del envejecimiento activo ya que, a medida que envejece. Tal y como afirman Sánchez – Cabaco, Holgado-Sánchez, Sánchez-Zaballos y Ramos-Bernal (2014), “es también el propio sujeto que envejece agente de cambio ejerciendo un papel activo en la sociedad y viviendo una vida lo más saludable y satisfactoria posible”. Desde un enfoque multidisciplinar y biopsicosocial del envejecimiento, sabemos que las estrategias de prevención de la enfermedad y promoción de la salud han de ir encaminadas a atenuar tanto el impacto de la fragilidad derivada del proceso de envejecimiento, como la posible dependencia funcional de la persona que envejece (Abizanda, 2008; Viña y SanzRos, 2018). Y es que, las transformaciones que se producen en el proceso de envejecimiento están relacionadas tanto con factores genéticos como con las actividades que realiza la persona a lo largo de todo su ciclo vital como es la actividad física, la alimentación, o la formación académica adquirida, entre otros (Sandi, 2001). De todas, las que más preocupan a las personas mayores son aquéllas en las que está implicada la función cognitiva por su relación con patologías cognitivas degenerativas e irreversibles (Sales, Redondo, Mayordomo, Satorres-Pons y Meléndez (2016). Durante el proceso normal de envejecimiento la función cognitiva sufre un deterioro no sólo en la memoria, sino también en otros procesos como la atención y las funciones ejecutivas (Fakhri, Sikaroodi, Maleki, Oghabian y Ghanaati, 2012; Turner y Spreng, 2012) produciéndose un enlentecimiento de la velocidad de procesamiento que afecta al resto de las funciones cognitivas (Finkel y Pedersen, 2004; Bunce y Macready, 2005; Sternäng et al., 2008), aunque este enlentecimiento no sea el responsable directo de los cambios cognitivos que ocurren en el envejecimiento normal (Keys y White, 2000; Salthouse, 2010). En el caso de las demencias, sabemos que a nivel mundial éstas afectan a unos 47.5 millones de personas y se prevé que el número total de personas con demencia pase de 75.6 millones en 2030 a 135.5 millones en 2050 (Wortman, 2012). En la actualidad, los trabajos de investigación se han centrado en la búsqueda de marcadores tempranos que permitan predecir la demencia, tanto para su diagnóstico precoz y su prevención (García, Díaz y Peraita, 2014; Jack et al., 2018), como para identificar la relación que existe entre el deterioro cognitivo con el estado de la salud (Aparicio, Carbonell y Delgado, 2010; Brèchat, 2006), los factores genéticos o biológicos (Craik y Grady, 2002; Glisky, 2007; Salthouse, 2010; Setó-Salvia y Clarimón 2010; Sonnen et al. 2008;) o del estilo de vida para mantener una buena salud cerebral (Liu y Donaldson, 2009; Schiepers, 2018). En la actualidad, en el ámbito universitario, nos encontramos con adultos mayores cognitivamente activos que participan en diferentes actividades culturales, formativas o de investigación ofrecidas por los Programas Universitarios para Mayores (PUM). Según los datos del último informe de la Asociación Estatal de Programas Universitarios para Mayores (AEPUM) en España, en el curso académico 2017-2018, se matricularon 58.355 alumnos en estos programas cuyo objetivo es potenciar la integración de las personas mayores activas en el contexto sociocultural que representa la Educación Superior (AEPUM, 2018). Diferentes estudios señalan que el rendimiento cognitivo de personas cognitivamente activas difiere del de aquéllas que no se involucran en actividades que requieren una activación cognitiva y, por tanto, que la implicación en este tipo de aprendizaje favorece una estimulación cognitiva continuada proporcionando efectos de protección o estrategias compensatorias que ayudarían a paliar el declive cognitivo asociado a la edad (Gázquez, Pérez-Fuentes y Carrión, 2010; González y Grasso, 2018; Labra y Menor, 2014). Un concepto relacionado con ello es la Reserva Cognitiva, “entendida como la capacidad del cerebro para afrontar y/o tolerar cambios cerebrales asociados a un envejecimiento normal o debidos a un proceso patológico, demorando o disminuyendo la sintomatología o manifestaciones clínicas” (Stern, 2002). “Es dinámica y multifactorial viéndose influida por factores como el nivel educativo o las actividades de ocio físicas, sociales y mentales realizadas (Valenzuela y Schadev, 2006; Vance y Crowe, 2006). En la actualidad, gracias a las campañas de promoción del envejecimiento activo y saludable, son cada vez más las personas de edad avanzada que acuden de manera regular a realizarse revisiones periódicas para el control de enfermedades como el colesterol, la diabetes o la hipertensión, entre otros. Sin embargo, todavía no se ha interiorizado la importancia de realizar revisiones periódicas del estado cognitivo para conocer y actuar para retrasar, en la medida de lo posible, los síntomas de deterioro que se producen en el proceso normal de envejecimiento poniendo en marcha estrategias compensatorias. Sabemos que puede existir un amplio espacio de tiempo entre las primeras señales de inicio de algún tipo de alteración cognitiva y el diagnóstico clínico de deterioro cognitivo o demencia (Ayuso et al., 2007; Mistridis, Krumm, Monsch, Berres y Taylor (2015) por lo que el diagnóstico temprano constituye un objetivo necesario de salud pública (Villarejo y Puertas-Martín, 2011). Por todo ello, nos planteamos evaluar el estado cognitivo, emocional y de salud de una muestra de personas mayores de 55 años, cognitivamente activas que acuden a un PUM, y sensibilizarlos en la incorporación de este tipo de revisiones en sus conductas de prevención de enfermedad.
Método:
Participantes. Los participantes del presente trabajo son alumnos de Programas Universitarios para Mayores (PUM) que asistieron a las Jornadas de Puertas Abiertas realizadas dentro de la oferta de actividades complementarias que se ofrecen en los PUM de las universidades de Alicante y Miguel Hernández de Elche. Los criterios de inclusión para la selección de las personas que participaron en el estudio fueron: a) tener 55 o más años, b) deseo manifiesto de participar en la evaluación, c) funcionamiento independiente en las actividades de la vida diaria, y d) tener un nivel de alfabetización suficiente para realizar las pruebas cognitivas. Se excluyó a los participantes que no completaron todos los test o no facilitaban datos sociodemográficos tales como la edad, estado civil, convivencia, etc. El estudio se llevó a cabo siguiendo la Declaración de Helsinki y sus modificaciones posteriores, y con las regulaciones de la Unión Europea sobre investigación médica. Los participantes no recibieron ningún reembolso financiero ni ninguna otra compensación.
Instrumentos. Los instrumentos utilizados para la evaluación fueron los siguientes: Estado Cognitivo: Medido a través del test de cribaje Memory Impairment Screen (MIS) de Buschke et al. (1999) a través de su versión adaptada y validada al castellano de Terrón y cols. (2005). Es un instrumento breve que evalúa el recuerdo, tanto libre como facilitado con clave semántica y con una tarea distractora no semántica intercalada entre la codificación y el recuerdo. Desde la International Association of Gerontology and Geriatrics (IAGG) y el Global Aging Research Network (GRAN) indican, se trata de un test capaz de distinguir entre envejecimiento normal, deterioro cognitivo leve y demencia (Morley et al., 2015). Posee una validez semejante o superior al MMSE, destacando su rapidez y facilidad de aplicación (Villarejo y Puertas-Martín, 2011). Funciones Ejecutivas: Han sido evaluadas a través del Test del Reloj de Cacho, García, Arcaya, Vicente y Lantada (1999). Este test evalúa las funciones visuoperceptivas, visuoconstructivas, las representaciones mentales simbólicas y las praxias. Según los autores presenta una sensibilidad del 92.8%, por lo que descarta la demencia en dicho porcentaje de sujetos sanos (Cacho et al., 1999). De las dos formas de administración, a la copia y a la orden, empleamos en este estudio la segunda. Su valoración cualitativa tiene gran utilidad clínica (Villarejo y Puertas-Martín, 2011). Estado Emocional: Por su afectación al estado cognitivo (Bastida, Pomés, Font y Eickhoff, 2016), evaluamos el estado emocional a través del test Yesavage de Depresión Geriátrica (GDS) (Yesavage y Sheik, 1986) en su adaptación española de Martínez de la Iglesia et al. (2002), utilizando la versión de 15 ítems que, según la revisión sistemática realizada por Martí et al. (2000), posee un adecuado proceso de adaptación transcultural y valores de fiabilidad superiores a 0.90. Evalúa aspectos como el afecto, la inactividad, la irritabilidad, el aislamiento, los pensamientos angustiosos y los juicios negativos. Consta de dos alternativas de respuesta dicotómica (si o no) que, tal y como indicaron los autores, facilita la administración para el grupo de edad de personas mayores. Es un test que es ampliamente utilizado como instrumento de cribado para detectar depresión en personas mayores (Izal, Montorio, Nuevo y Pérez-Rojo, 2007). Estado de Salud: Medimos el estado de salud general a través del cuestionario Euro Quality of Life 5-D (EQ-5D), de Badía, Roset, Montserrat, Herdman y Segura (1999). Es un instrumento que evalúa la calidad de vida relacionada con la salud de forma estandarizada y genérica. El EQ-5D consta de 2 partes: el sistema descriptivo EQ-5D y la Escala Visual Analógica (EVA). El sistema descriptivo EQ-5D comprende 5 dimensiones: movilidad, autocuidado, actividades habituales, dolor y ansiedad o depresión. En la EVA el individuo puntúa sobre el gráfico de un termómetro su salud entre dos extremos, 0 y 100, entendiendo la menor puntuación como el peor estado de saludo aumentando hasta el mejor estado de salud imaginable. En el presente estudio la variable del estado de salud se ha evaluado con ambas partes del test. En líneas generales, es un instrumento muy corto y fácil de rellenar, su repercute positivamente en la cantidad y calidad de los datos recogidos, útiles para este tipo el tipo de población con el que nos encontramos (Herdman, Badia y Berra, 2001). Procedimiento Una vez que los sujetos llegaban a la universidad donde se realizaban las Jornadas, antes de comenzar con las sesiones de comunicaciones y talleres, se efectuaba el screening individualizado a los asistentes por parte de los miembros del grupo de trabajo del COP-CV de la sección de Alicante. Esta evaluación tenía una duración media de entre 10 – 15 minutos por sujeto. En estas Jornadas se daba a conocer la labor del Psicólogo especialista en Envejecimiento y también tenían como objetivo concienciar, a través del screening del estado cognitivo y afectivo, las conferencias y los talleres, acerca de la importancia que tiene para desarrollar un envejecimiento activo y saludable realizar controles periódicos de estado cognitivo y afectivo y no sólo de los aspectos físicos relacionados con la salud. Al final de la Jornada, una vez corregidas las pruebas, se informaba de manera individualizada a cada persona de los resultados que había obtenido y se les recomendaba, en el caso que fuese necesario, la visita a un especialista para una evaluación neuropsicológica más exhaustiva. Análisis de datos Se trata de un estudio descriptivo de corte transversal de medida única. Se recogieron los datos sociodemográficos referidos al género, la edad, el estado civil, convivencia, déficit sensorial y asistencia a Programas Universitarios para Mayores (P.U.M.). Además de la recogida de las variables sociodemográficas anteriormente citadas, se evaluó el Estado Cognitivo, el Estado Emocional y el Estado de Salud General con los instrumentos anteriormente descritos. El análisis cuantitativo de los datos ha sido realizado con el paquete estadístico SPSS 23.0. Se aplicó la prueba Chi-Cuadrado para analizar la relación entre cada una de las variables dependientes (Estado de ánimo y Estado cognitivo) y el resto de variables evaluadas en el estudio. También se aplicó la prueba T-Student de muestras independientes para analizar las diferencias de medias del Estado de Salud percibido en función del resto de variables de la investigación.
Como se ha comentado anteriormente, la investigación científica sobre el deterioro cognitivo se ha centrado en la búsqueda de marcadores tempranos que permitan predecir la demencia, identificar la relación que existe entre el deterioro cognitivo con la salud o los factores bio-psico-sociales relacionados con el proceso normal de envejecimiento. Nuestros resultados indican que, en esta muestra, las personas de más edad son las que presentan una mayor prevalencia de deterioro del estado cognitivo. Estos resultados están en la línea de otros estudios como el reciente trabajo de Kivipelto, Mangialasche y Ngandu (2018) en el que analizan diferentes ensayos clínicos aleatorizados sobre los factores de riesgo de tener deterioro cognitivo y demencia en adultos mayores, confirmando la existencia de la relación entre la edad y la demencia. Además de tener en cuenta la edad como factor asociado al deterioro, nos planteamos en este estudio que la incidencia de deterioro de las personas que desarrollan un envejecimiento “cognitivamente activo” como es las que participan en un PUM, sería diferente al del resto de la población. Esta hipótesis iría en la línea de los expuesto por Mas (2008) y otros trabajos que confirman que una estimulación cognitiva continuada proporciona efectos de protección o estrategias compensatorias que ayudan a paliar el declive cognitivo asociado a la edad (Gázquez, Pérez-Fuentes y Carrión, 2010; González y Grasso, 2018; Labra y Menor, 2014). El hecho de que un 28.12% de la muestra manifieste algún tipo de alteración cognitiva y que este porcentaje sea incluso mayor en otros estudios con población cognitivamente activa como el de Borson et al. (2000) confirma, por un lado, el interés que tiene este tema para la salud pública debido al incremento en nuestra sociedad de población mayor. Por otro lado, este resultado nos hace reflexionar sobre la posibilidad de que haya un infra – diagnóstico en patologías cognoscitivas en población mayor, tal y como manifiestan Villarejo et al., (2017) o la propia Sociedad Española de Neurología que afirma que entre un 30% y un 40% de personas se encuentran sin diagnosticar (Sociedad Española de Neurología, 2002). Por tanto, y a la vista de los datos obtenidos, consideramos importante sensibilizar a la población mayor a realizar controles rutinarios de su estado cognitivo a medida que envejece para que, con este seguimiento, podamos conocer mejor los cambios cognitivos asociados al proceso envejecimiento y también conocer la incidencia real que tienen las alteraciones cognitivas tanto en personas que participan en actividades cognitivamente estimulantes como las que no. Respecto a los resultados obtenidos acerca del Estado Emocional de los participantes, hemos observado que no existe una relación entre éste y el Estado Cognitivo, a pesar de algunas evidencias que existen en la literatura especializada sobre ello (Bastida, Pomés, Font y Eickhoff, 2016; Ochsner, Silvers y Buhle, 2012). Quizás nuestros resultados sean debidos al limitado número de sujetos (5) que tenían sintomatología depresiva por lo que con esta falta de variabilidad en la muestra no podemos generalizar los resultados ya que tan escaso número no nos confirma que los resultados sean fiables ni estables. Por último podemos afirmar que se trata de un grupo de personas que se perciben con un óptimo Estado de Salud (76.13/100). Estos datos son similares a los obtenidos por Baños (2016) con una muestra de 332 alumnos de los PUM de las sedes de Burgos y Aranda que tenían una media de edad de 69.12 años y una puntuación media del Estado de Salud evaluada con el mismo instrumento de medida de 77.32. Estos resultados con muestras de personas que acuden a PUM son algo más altos comparados con los datos de la encuesta nacional de salud realizada por el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad en 2012 sobre la Calidad de Vida. Utilizaron también la Escala Analógica Visual (EVA) y, para el rango de adultos con edades comprendidas entre 65 y 74 años, la puntuación media fue de 60.5 para los hombres y de 48.3 para las mujeres. Que nuestros datos sean sensiblemente mayores, indica que las personas que participan en este tipo de actividades cognitivamente estimulantes como la participación en un PUM se perciben con un mejor Estado de Salud. El tamaño muestral del presente estudio es una limitación para la extrapolación de los datos a poblaciones de similares características, por lo que continuamos en esta línea de trabajo para aumentar el número de sujetos. Asimismo, queremos replicar el estudio con una muestra de similares características sociodemográficas pero que no realicen de forma rutinaria actividades cognitivamente estimulantes y así poder evaluar los beneficios tanto para la función cognitiva como social y emocional la participación en un PUM. En conclusión, y con las reservas comentadas anteriormente, podemos confirmar que las personas de más edad son las que proporcionalmente tienen mayor deterioro cognitivo por lo que seguimos estudiando en esta línea para conocer si el proceso de deterioro de las personas que participan en un PUM es más lento que el que se produce en personas que no son cognitivamente activas para así seguir desde estos Programas colaborando con la promoción de un envejecimiento saludable.